¿Por qué callar si nací gritando?

.

martes, 7 de junio de 2011

El suicidio de mis textos



No vendría mal abrir un poco la mente e imaginar que vuelas en sueños despiertos donde corres sin cesar, pisando las hojas marchitas de un árbol cortado a raíz, quizá mañana por la mañana me apetezca matarte. Hoy no, no lo creo, hoy estoy muy entretenido escribiendo estas palabras sin sentido que pronto desearé quemar en esta resolución virtual como prueba de un impulso del placer por lo asqueroso.

No, no te conmuevas con nada ni con la risa burlona que maquilla la pureza de la romántica falsedad.

Ahora mismo mis ojos han cambiado de posición y tratan de mirar sobre venas y carnes los chispasos de luces que deben de existir dentro de mi cráneo, estos se ven habitados por pequeñas hormigas rojizas cocinadas a fuego lento en la caldera de alguno de esos tantos infiernos posibles. ¡Ah hormigas! ustedes, las que pican, enronchando mis neuronas y defecando paranoia por doquier, cuanto agradezco su presencia insensata en mi insensato actuar.

No pestañees, por favor. Eso fue un ruego. ¡No pestañees! eso una orden, porque haces que me decida en robar tu alegría cortando tus labios que forman una sonrisa pintarrajeada por un lápiz barato, mientras la sangre baja como escupitajo cubierto de flema que demuestra quienes somos (la decepción) ¡No más que eso! tristes microbios que luchan por existir suicidándose sin saber para sobrevivir las penurias de un callejón llamado vida. ¡No pestañees! Ni cuando llegues a lo que llamamos el fin de mi existencia. Ya estoy en la mejor parte, en el éxtasis de la angustia porque siento que mis dedos (sin decidir) decidirán poner a estas ideas desordenadas, prematuras e incoherentes el horroroso punto final.
RUIDO MARGINAL.

No hay comentarios: