¿Por qué callar si nací gritando?

.

lunes, 10 de marzo de 2014

La condena de los últimos hombres


Podrán cortar el último árbol del mundo pero su raíz quedará incrustada en las grietas de la tierra como evidencia de que alguna vez existió. Serán pocos los habitantes que tendrán el exquisito privilegio de saber cuál es el olor de una rosa, una orquídea o  un girasol. Para la gran mayoría, el único aroma natural que olerán será el de sus propios cuerpos sudorosos. Las únicas flores que existirán serán las plasmadas en pinturas o en fotos de libros abandonados. Las  personas comprenderán, con una nostalgia ajena, que era la época en que los colores cálidos cubrían nuestro planeta. Lejos de las ciudades ya no resaltarán los paisajes de campos verdes; por el contrario, sólo habrán bosques de concreto y muladares por doquier.

El dinero y los metales preciosos servirán tan solo para ser detestados, pues la cruel ambición desmedida de los hombres ocasionará la irremediable apertura de la destrucción. Las monedas quedarán como el fetiche coleccionable de un tiempo en el que el dinero valía más que la propia vida. Los ricos, muy tarde, entenderán que el dinero no sirve para ser comido, que las diferencias de clases son un ideal absurdo cuando todo el mundo muere de hambre, y que el poder tiende a embriagar  las mentes para maquinar ideas despiadadas.

La muerte recorrerá las calles llevándose a los débiles. La inanición invadirá a los habitantes de todos los continentes. El tiempo aproximado de vida de una persona se reducirá radicalmente. Los pocos animales aún vivos, estarán iguales o más desnutridos que los hombres, y éstos últimos devorarán hasta sus huesos como alimento. Por fin llegará el momento en que todos los humanos se miren entre sí y no se encontrarán diferencias, pues todos por igual pagarán las consecuencias de sus antepasados, quienes no supieron respetar a la naturaleza.

Será un tormento estar consciente, pues el calor caerá como un martillo sobre las cabezas de las personas. La capa de ozono será un guiñapo, el sol un láser inclemente y la lluvia ácida una consecuencia devastadora. El agua, aunque contaminada, será el nuevo oro, y el conseguirla producirá el caos total.

Los hombres se preguntarán por qué las antiguas generaciones -a pesar de haber tenido un acelerado desarrollo tecnológico- no se preocuparon por la preservación del medio ambiente y sin darse cuenta asesinaron con lentitud a nuestra madre tierra. Por qué renunciaron al romance  entre los seres y la naturaleza, limitando la prolongación de su propia estirpe. Se harán una y mil preguntas y sólo obtendrán como respuesta el lamento de la tierra cansada de llorar.

No hay comentarios: