Crecen árboles en su estómago,
con flores que caen en otoño
y nunca dan frutos.
Los árboles también lloran,
se ahorcan
y no terminan de morir.
Promesas no son alimento,
por eso ladran las tripas
desoladas bajo esa boca
que nada sabe
sino masticar un montón de aire
y apenas le sirve para vivir.
Lápidas de esperanza
adornan el cementerio
de los apenes.
“Igual que ayer,
hoy tampoco se come”,
ladran las tripas desoladas
sobre los árboles sin frutos,
ahí en el estómago,
donde no hay novedad.
con flores que caen en otoño
y nunca dan frutos.
Los árboles también lloran,
se ahorcan
y no terminan de morir.
Promesas no son alimento,
por eso ladran las tripas
desoladas bajo esa boca
que nada sabe
sino masticar un montón de aire
y apenas le sirve para vivir.
Lápidas de esperanza
adornan el cementerio
de los apenes.
“Igual que ayer,
hoy tampoco se come”,
ladran las tripas desoladas
sobre los árboles sin frutos,
ahí en el estómago,
donde no hay novedad.
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