¿Por qué callar si nací gritando?

.

jueves, 2 de febrero de 2012

Feliz infelicidad


Se juntaban para no aburrirse en esas horas en las que sólo había por hacer nada, con el propósito de poder hacer algo. Ella le contaba chistes que se aprendía de periódicos descoloridos y pasados en años, mientras él fingía la mejor de las carcajadas. A ella nunca le gustó aprenderse esos chistes, menos contarlos, sólo lo hacía porque pensaba que a él le gustaban aquellas bobadas. A él nunca le gustó oír esos chistes tan malos y si los escuchaba y realizaba todo el teatro de la risa incontenible, era sólo porque pensaba que a ella eso la hacía feliz.


Todo se resumía en un absurdo irremediable que sin embargo, ambos gozaban. Eran tan felices de sus propias infelicidades: Sólo les bastaban estar juntos y por supuesto, torturarse así mismos, sin levantar sospechas.

No hay comentarios: