
Desde la epiglotis
hasta el corazón
estás.
Oh Madira de carnes, de huesos.Estoy
fúnebre de los ladridos abyectosYa sin seso, ya sin razón.
Igual busco sin finar
sin descorazonarme
y -por ahora- sin ti
que el cálido aliento en los oídos
dicte la contracorriente
mía.
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